sábado, 15 de mayo de 2010

& el me dijo que la luna caía cuando la opacaba el sol

Nunca caigas en la rutina, aunque esa es una frase de parejas y clichés, qué se yo.

Mis palabras son bizarras, al igual que mis pensamientos, al igual que mis sentimientos.
Mi voz tiembla al hablar, y eso puede hacer a quien me oiga dudar de mi voz, voz que por lo demás jamás he creído que sea agradable de escuchar.
Mis palabras pueden no ser nada, ni ser importantes, pero para mí son el mundo, un mundo en el que sólo estoy yo, dejando que cada cosa encuentre su lugar de una manera especial, pintando los edificios color verde y las calles de rosa.
Escribo porque así pueden salir a pasear los pensamientos que no me atrevo a gritar, y no escribo en el papel, escribo en el cielo, en las nubes.
Y no lo hago porque alguien lo lea (aunque últimamente me he dado cuenta de que sí leen esto), sino porque así llego yo a conversar conmigo misma, porque hay veces en que ni yo misma me entiendo, entonces si leo y releo lo que escribo, puedo llegar a soluciones, o tal vez no. En ese caso escribo por amor al arte, por masoquista, por no tener nada que hacer, o porque simplemente amo esto.

Tal como con cheer, nunca habré de saber que es lo que me gusta de eso, sólo lo hago, lo disfruto mientras puedo y extraño no practicarlo.

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