jueves, 12 de noviembre de 2009

Salud por eso!



Cuanto hace que te fuiste?


Un mes, el mes más gris de mi vida. Recuerdo cuando desperté a las seis de la mañana porque habían llamado del hospital. Mis papás se fueron y me dejaron a mí en la casa. A los diez minutos llama mi tía, y yo negándome a escuchar lo que había pasado, no la dejé terminar y le dije que ya iban en camino. Es que no quise, no podía asumir que te hubieras ido. Porque no, no estaba bien, tú, tan alegre, tan divertido, tan cariñoso y tan vivaz. Tenía que haber pasado algo, que hubieras despertado. Pero no que hubieras fallecido. De verdad que me negué a escucharlo, sabía que podía ser eso, pero tu sabes que soy tan terca que preferí colgar el teléfono y pensar que todo estaba bien, que ibas a volver a la casa y seríamos todos felices. Porque así debía ser.


En fin. Ese día no hablé con nadie. Fuí muy hostil, para ser sincera, con todos. Porque no quería saber que era verdad. Porque dentro de mí, tanía la pequeña esperanza de que siguieras con vida.


Hasta que me dijeron...


Y no lloré, no en ese momento, porque me enseñaste a ser fuerte. A seguir adelante, porque la vida seguía.


Pero les cerré a todos la puerta en la cara. Y ahí comencé a llorar. Puse música, para no sentirme tan sola, y recordé todos los domingos que pasabamos en familia, con tus bromas y tus ocurrencias.


Te iba a extrañar, eso es seguro. Te extrañaré siempre, eso es obvio. Pero me puse a pensar en tu vida, en lo mucho que lo disfrutaste, en tu familia gigante que formaste. Me puse a pensar en que viste a todos tus hijos formar sus familias, y a algunos nietos también. Pensar que el verano pasado fuimos a la playa y tu eras el niño consentido, con tus lentes de sol y tu traje de baño floreado, ese inmortal qu lo tenías hace años y que no lo cambiabas por nada. Me acuerdo de haberte visto con bermudas, polera, zapatillas victoria y lentes de sol, tomando vino, y recuerdo que reía porque pensaba que ni Hugh Heffner tenía tanto estilo como tú en ese momento.


Y despedirme de tí debe haber sido lo más difícil, pensar en que de ahora en adelante no estarías esperándonos en el patio. ¿Quién iba a tirarnos higos cuando pasaramos por el lado?


Verte salir de tu casa, por última vez en un ataúd es lo más triste que he visto. Mientras caminaba por el pasaje donde pasaste la mayoría de tus años, odié al mundo. ¿Por qué tú? ¿Acaso no se daban cuenta de que tenías una familia que te amaba? ¿Si Dios existe supuestamente... Por qué no pensó en la familia que quedaría con el corazón algo vacío? ¿Estabas bien?


Finalmente, despedirnos de tí, verte por última vez... Querer creer que estabas descansando, que donde quiera que estuvieses, ibas a estar haciendo tus bromas, alegrando a la gente con tu inocencia y todos esos detalles que te hacían ser tan querido.


Y las palabras más certeras que hoy en todos esos días.


Cuénteles de nosotros, de como lo pasábamos. Déles ese abrazo cariñoso y esa sonrisa fácil característica suya. Y por favor, alégrelos a ellos, como tantas veces lo hizo con nosotros.

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