miércoles, 17 de marzo de 2010

Tu piel.

Se miro al espejo. Simple como siempre.
Sus piernas antes musculosas, recuerdo de haber sido deportista toda su corta vida, ahora eran delgadas, pequeñas, sus rodillas muy afuera, casi haciendo que sus piernas se vieran chuecas.
Luego su cadera. Cómo llegó a eso? Cómo llego a que sus huesos se salieran así? Como si fueran algo externo a su cuerpo, como si fueran casi manillas para tomarla. Exactamente era eso.
Su estómago, era un vacío, sólo la piel que había, unas marcas de rasguños que se hacía ella misma por culpa del nerviosismo de comer y no comer. Sus costillas sobresaliendo aunque no contuviera la respiración. Sus brazos delgados, sus huesos marcados.
Su cara demacrada, pálida y con ojeras. Sus manos temblando, temblando porque debía llevarse pastillas a la boca, para poder mantenerse en pie y no desmayarse. Y el maldito reflejo le devolvía la sonrisa siniestra mientras ella mantenía su cara sin expresión, sin mayor expresión que la preocupación de no saber parar aquello.

...De a poco me repongo.
Pero mi cadera es espantosa cuando estoy acostada. Y más si estoy de lado.

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