domingo, 21 de febrero de 2010

everyone is allergic to the summer romance!

He recorrido el tiempo y el espacio, buscando algo que me diga que debo quedarme en un lugar. Es algo que nunca había sentido. Eran tus ojos mirándome fijo. Había leído sobre eso, en esas tontas revistas de niñas, me mirabas fijo, yo también. Tus pupilas se contraían, y yo a pesar de todo no podía evitar sonreír. ¿Por qué, si no eras mío? ¿Por qué, si en unas cuantas horas volveríamos a la realidad? ¿Por qué, si sabía que se venía una tormenta?
No lo sé, sólo sonreía, y te miraba, y miraba el mar, que no era infinito, pero quería creer que no tendría final. Y el cielo, el mar y el cielo, cuando allá en el horizonte desaparecen ambos. Y luego tú.
Un poco más cerca y un beso, no el primero, no el último pero el mejor. Mantuve la sonrisa, tal vez no en la cara, pero si en el corazón. Luego se hácía tarde.
Tarde para todo, tarde para ellos. Tarde para nosotros.
Y a fin de cuentas, qué era? Sólo quedaron nuestras huellas en la arena. Huellas que de todos modos desaparecerían. Huellas confusas, que tal vez jamás debieron ir juntas. Huellas confusas, que iban juntas sólo por casualidad, sólo por azar. Por un fenómeno errado del alma, por una distracción del corazón.

y tal como lo presentía esa tarde, llegó la tormenta, las huellas se borraron, todo volvió a la realidad.

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