martes, 16 de febrero de 2010

pequeñospies.

El la miraba, desde su ventana.
Desde hace ya unos ocho años que la veía cada día. Eran amigos, sí, pero es que tal vez él no lo entendía, pero su corazón latía con rapidez cuando ella se acercaba.
Probablemente era la alegría o algo así, sin embargo había algo más.
Tenía ojos solo para ella, para sus ojos, su sonrisa. Oídos sólo para su voz, sus llantos y también sus risas. Pero no se lo decía. Oh no, él no tenía el coraje suficiente para decirle lo mucho que la quería, lo mucho que la necesitaba y lo poco que le gustaba verla triste por culpa de otros.
Y ahí estaba él otra vez, consolándola porque algún estúpido le había roto el corazón. Pidiéndole en silencio que lo mirara a los ojos y se diera cuenta de que él sí, él podía hacer que ella fuera feliz, y darle todo lo que merecía. Soñaba su mundo junto a ella, pero qué caso tenía? Si a fin de cuentas era sólo una ilusión, un sueño tonto que jamás sería realidad porque el temía fracasar y de paso arruinar su amistad. Prefería quedarse así para toda su vida a sólo pensar en el temor de perderla para siempre.
Y así siguió durante años...

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